Dentro de la historia la danza ha sido una práctica cultural, la cual en la contemporaneidad es vista de una forma más compleja, involucrando otras disciplinas y planteando la representación de una historia o realidad en el escenario, llamada también “dramaturgia del bailarín” y el entusiasmo involucrado en el movimiento.
La danza visualiza dos roles puntuales dentro de su práctica: Espectador y bailarín. Este primero experimenta un deseo, el cual le permite que la danza se instale en su interior y concientemente empiece un proceso de reconocimiento de la habilidad como un arte mismo del cuerpo y la mente. Vive procesos personales de adaptación, entendimiento corporal y comprensión de las relaciones del cuerpo como una totalidad.
Es una experiencia donde empiezas observando, pero donde tienes que ir adaptando el movimiento a lo que es tu cuerpo y relacionando esto a lo que desea expresar tu mente y tu corazón. En un acto voluntario y de deseo empiezas a confrontar esa otra realidad para volverla tuya, propia: Imitas, luego apropias.
La danza requiere entonces de una imitación oportunamente natural, donde la naturaleza animal se haga evidente y las formas de crear vuelva a su origen, sean mas orgánicas.
En este momento, cuando comprendes cada extensión que tiene tu cuerpo, su centralidad, cuando aprehendes de la función y habilidad de cada una de sus partes, como músculo, como hueso, como entidad, cuando conectas tu mente a través de la respiración e incorporas algo de esa esencia animal, allí empiezas a experimentar un forma diferente de concebir el baile, a comprender como se desarrolla un bailarín y seguramente como este crea y comparte su experiencia.
Por: Carolina Márquez
Fotografia: Por Margarita Gómez, Salón Danzas.
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